BlackBerry, dirigida por Matt Johnson, es mucho más que una biografía empresarial: es una mirada ácida, divertida y melancólica a la era en la que el teléfono inteligente aún parecía una idea revolucionaria. Basada en el libro Losing the Signal de Jacquie McNish y Sean Silcoff, la película reconstruye el ascenso y la caída de Research in Motion (RIM), la compañía canadiense que creó el mítico dispositivo BlackBerry, símbolo de estatus y eficiencia antes de que Apple y Google transformaran para siempre la industria.
Lo primero que destaca es el guion. Johnson evita la solemnidad de otros dramas corporativos como The Social Network y se acerca a una mezcla de comedia absurda y tragedia empresarial, como The Founder (McDonald’s). Con una cámara nerviosa, casi documental, la película transmite la energía caótica de un grupo de nerds que tropiezan con el éxito sin estar preparados para él. Jay Baruchel, en un registro contenido y melancólico, encarna a Mike Lazaridis, el genio técnico que ve cómo su creación se le escapa de las manos. Frente a él, Glenn Howerton ofrece una interpretación desbordante como Jim Balsillie, el ejecutivo agresivo cuya ambición impulsa tanto el auge como la caída de la empresa.
La película brilla especialmente en su retrato del choque entre la ingenuidad creativa y la brutalidad del mundo corporativo. Las oficinas desordenadas, los empleados con cintas VHS y los cables enredados contrastan con la presión del mercado y las exigencias del éxito global. Hay una sensación constante de nostalgia que recuerda un poco a lo que se vivió en Stranger Things: BlackBerry no solo narra la historia de una empresa, sino también el fin de una época en la que la tecnología parecía todavía humana, imperfecta y apasionada.
En su tramo final, la película adquiere un tono casi trágico. De lo que pudo haber sido y no fue. No es una sorpresa que los que hemos vivido la época de el primer smartphone ya no esté con nosotros. El lanzamiento del iPhone en 2007 funciona como un golpe de realidad —una tormenta silenciosa que destruye el universo de RIM sin que sus protagonistas comprendan del todo qué los ha golpeado. No es necesario ser un experto en tecnología para sentir la melancolía de esa caída: BlackBerry convierte la obsolescencia en una metáfora del fracaso humano.
Me quiero detener un momento en la idea de que la ambición desmedida no sobreviva al éxito. Dos amigos, Mike Lazaridis (Jay Baruchel) y Doug Fregin (interpretado por el propio Matt Johnson), comienzan como amigos inseparables. Geeks idealistas que comparten un sueño. Camaradería e ingeniudad chocarán con la ambición desmedida de Jim Balsillie (Glenn Howerton), hombre de negocios que permitió que la empresa se convirtiera en el monstruo que fue. Esa misma ambición que le permitió crecer, fue la misma que hizo a BlackBerry devorarse a sí misma.
Esta película recuerda que el coste del éxito no siempre se mide en cifras, sino en vínculos rotos. Al final, cuando el imperio tecnológico se derrumba, lo que queda no es solo el fracaso empresarial, sino el vacío que deja una amistad que alguna vez fue el motor de todo. En definitiva, BlackBerry es una obra inteligente, enérgica y sorprendentemente emotiva. Su humor irónico no disfraza la crítica al capitalismo tecnológico ni la tristeza de ver cómo la innovación se devora a sí misma. Matt Johnson logra una película que, como el propio dispositivo, es ingeniosa, imperfecta y finalmente inolvidable. Si te gustan los dramas empresariales, esta es tu película.
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